martes, 8 de abril de 2025

♡ La bandera amarilla: Amor, enfermedad y libertad en la vejez

El capitán, en un gesto entre cómplice y poético, iza la bandera amarilla en el mástil del barco. Oficialmente, están en cuarentena. Nadie podrá subir ni bajar. Es un aislamiento voluntario. Una manera de decirle al mundo: “Déjennos en paz”.

Fermina sonríe por primera vez en días. No necesita entender la metáfora. La siente. La ha vivido toda su vida sin nombrarla. Por fin, están solos. Por fin, no tienen que rendir cuentas a nadie. Ni a los hijos, ni a la sociedad, ni siquiera a sus propias memorias.

Florentino llora en silencio. No es tristeza. Es alivio. Ha esperado toda una vida por este instante: el momento en que amar no se ve como locura, sino como un derecho. Nadie los observa. Nadie interrumpe. Es amor sin testigos.

La bandera amarilla, temida por tantos, es para ellos una bendición. Es el símbolo de una nueva libertad: la de no volver. La de no tener que explicar su historia. No buscan aprobación. Solo buscan continuar.

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